No, no tienes “personalidad
adictiva”
Las actividades excesivas relacionadas con el juego con apuestas, el sexo y
el trabajo, ¿pueden realmente considerarse verdaderas adicciones?
Robert de Niro. Casino, 1995.
“La
vida es una serie de adicciones, y sin ellas nos morimos”.
Es mi cita favorita de la bibliografía especializada en adicción, y este
comentario lo hizo en 1990 Isaac
Marks en la publicación British
Journal of Addiction. Hizo esta declaración
deliberadamente provocativa y controvertida para estimular el debate sobre si
las actividades excesivas y posiblemente problemáticas como el juego con
apuestas, el sexo y el trabajo pueden realmente considerarse verdaderas
adicciones.
Es
posible que muchos de nosotros nos consideremos “adictos” al té, al café, al
trabajo o al chocolate, o que conozcamos a otros a los que podríamos describir
como “enganchados” a la televisión o a la pornografía. ¿Pero tienen estas
suposiciones una base real?
El
tema se reduce a cómo se califica en primer lugar la adicción, porque muchos de
los que trabajamos en este campo disentimos respecto a cuáles son sus principales
componentes. Muchos sostendrían que las palabras “adicción” o “adictivo” se
utilizan tanto en circunstancias cotidianas que han perdido todo su sentido.
Por ejemplo, decir que un libro es “adictivo” o que una serie de televisión
específica es “adictiva” priva a la palabra de utilidad en el ámbito clínico.
En estas expresiones, la palabra “adictivo” se usa supuestamente de modo
positivo, algo que devalúa su verdadero significado.
¿Entusiasmo sano… o verdadero problema?
La pregunta que más me hacen –en
especial los medios de comunicación– es cuál es la diferencia entre un sano
entusiasmo excesivo y una adicción. Mi respuesta es simple: un sano entusiasmo
excesivo te da vida, mientras que una adicción te la quita. También creo que,
para ser clasificada como adicción, cualquier conducta debería comprender una
serie de componentes clave, como la preocupación general por la conducta, el
conflicto con otras actividades y relaciones, los síntomas de abstinencia
cuando no se puede efectuar la actividad, un aumento de la conducta con el
tiempo (tolerancia), y el uso de la conducta para alterar el estado de ánimo.
A menudo están presentes otras
consecuencias, como sentirse incapaz de controlar la conducta y anhelarla. Si
todos estos signos y síntomas están presentes, yo llamaría a esa conducta una
verdadera adicción. Pero eso no ha impedido que otros me acusen de diluir el
concepto de adicción.
La ciencia de la adicción
Hace unos
años, Steve Sussman, Nadra Lisha y yo publicamos un estudio que examinaba
la relación entre 11 posibles conductas adictivas estudiadas en la bibliografía
especializada: consumir tabaco, bebidas alcohólicas o drogas prohibidas, comer,
apostar, usar Internet, amar, el sexo, el ejercicio físico, el trabajo y las
compras. Examinamos los datos de 83 estudios a gran escala y establecimos que
la incidencia de la adicción en un periodo de 12 meses entre los adultos
estadounidenses variaba desde un mínimo del 15% hasta un máximo del 61%.
También
consideramos verosímil que, en un periodo de un año, hasta el 47% de la
población adulta estadounidense experimente los signos de inadaptación propios
de un trastorno adictivo, y que tal vez resulte útil pensar que las adicciones
se deben a problemas relacionados con el estilo de vida y con factores
personales. En resumen –y con muchas salvedades– nuestro artículo sostenía que,
en cualquier momento dado, casi la mitad de la población estadounidense es
adicta a una o más conductas.
Muchos
artículos científicos muestran que padecer una adicción aumenta la propensión a
sufrir otras. Por ejemplo, en mi propia investigación, me he encontrado con
jugadores compulsivos alcohólicos, y probablemente todos podemos nombrar personas
adictas al trabajo y a la cafeína. También es común que quienes abandonan una
adicción la sustituyan por otra (lo que los psicólogos denominamos
“reciprocidad”). Esto es fácilmente comprensible porque el abandono de la
adicción deja un vacío en la vida de la persona, y a menudo las únicas
actividades capaces de llenar ese vacío y proporcionar experiencias similares
son otras conductas posiblemente adictivas. Esto ha llevado a muchos a
establecer que dichas personas tienen una “personalidad adictiva”.
¿Personalidades adictivas?
Si bien hay
muchos factores que predisponen a la conducta adictiva, entre ellos los genes y
rasgos de la personalidad como una elevada inestabilidad emocional (ansiosos,
infelices, tendentes a las emociones negativas) y la baja concienciación
(impulsivos, descuidados, desorganizados), la personalidad adictiva es un mito.
Aunque hay
muchas pruebas científicas de que las personas con adicciones son en su mayoría
muy neuróticas, la inestabilidad emocional en sí no es un factor predictivo de
la adicción. Por ejemplo, hay personas muy neuróticas que no son adictas a
nada, de modo que la inestabilidad emocional no sirve para predecir la
adicción. En resumen, no hay pruebas aceptables de que haya un rasgo de
personalidad específico –o un conjunto de ellos– que sirva para predecir la
adicción y solo la adicción.
El hacer algo
de manera habitual o en exceso no tiene por qué ser problemático. Si bien hay
muchas conductas como consumir un exceso de cafeína o ver demasiada televisión
que podrían en teoría calificarse de adictivas, es más probable que se trate de
conductas habituales que son importantes en la vida de una persona, pero que en
realidad causan pocos problemas, o ninguno. Como tales, no deberían calificarse
de adicción a no ser que tengan consecuencias psicológicas o fisiológicas
significativas en la vida cotidiana de esas personas.
Mark
Griffiths es director de la Unidad de Juego y profesor de Comportamiento
Adictivo en la Universidad Nottingham Trent. Este artículo fue publicado
originalmente en inglés en la web The
Conversation
Traducción de
NewsClips
Fuente: http://www.elpais.com